Como el primer cigarro... Como el primer cigarro, los primeros abrazos. Tú tenías una pequeña estrella de papel brillante sobre el pómulo y ocupabas la escena marginal donde las fiestas juntan la soledad, la música o el deseo apacible de un regreso en común, casi siempre más tarde. Y no la oscuridad, sino esas horas que convierten las calles en decorados públicos para el privado amor, atravesaron juntas nuestras posibles sombras fugitivas, con los cuellos alzados y fumando. Siluetas con voz, sombras en las que fue tomando cuerpo esa historia que hoy somos de verdad, una vez apostada la paz del corazón. Aunque también se hicieron los muebles a nosotros. Frente a aquella ventana -que no cerraba bien- en una habitación parecida a la nuestra, con libros y con cuerpos parecidos, estuvimos amándonos bajo el primer bostezo de la ciudad, su aviso, su arrogante protesta. Yo tenía una pequeña estrella de papel brillando sobre el labio.