Después de terminar el libro de Erich Fromm "La vida auténtica" me he enganchado a éste de Agustín Fernández Mallo con historias aparentemente independientes pero con un sutil hilo que las une: los ordenadores (y su sistema binario)y un árbol en una carretera "solitaria" repleto de zapatos.
Aqui escribo un trozo de uno de los capítulos que mas me ha gustado hasta ahora:
Comenzó haciendo una web en la que exponía las fotografías de sus peculiares cuadros, hechos éstos únicamente con chicles masticados que iba pegando al lienzo. Desarrolló 2 líneas estéticas:
1) Paisajes nórdicos: naturalezas nevadas con, como mucho, el arquetipo de una ciudad o una persona al fondo. Para eso nada mejor, aseguraba, que los chicles tecnológicos, planos, sin puntas, casi conceptuales, sin azúcar, como la Menta de Trident, que masticada parece casi blanca, con una intención crema para la nieve sucia de los altiplanos, y la Menta de Orbit, verde pálido, masticada 3 minutos, para las emersiones de hierba que motean la nieve o los abetos del fondo.
O el también Trident Special de clorofila a la hierbabuena, de un verde caso marrón tras 4 días de mascado, al que además se le forman una colección de gránulos muy apropiados para representar figuras que requieran textura, como las humanas muy alejadas o ciudades también casi esquemáticas.
2) Rubias explosivas: para ellas se valía de chicles gruesos de kiosco, muy azucarados, infantiles (por eso a los niños les gustan mucho las rubias, pensó un día antes de acostarse). Entonces, los chicles de banana Bang Bang muy poco masticados para el pelo rubio, los de fresa ácida Cheiw muy masticados para la carne del pecho, y esos mismos apenas metidos en la boca, tras la inmediata reacción con la saliva, para las piernas más agranatadas, o lo de Coca-Cola para los labios, ojos y pezones, están entre la materia prima más usada.
Aqui escribo un trozo de uno de los capítulos que mas me ha gustado hasta ahora:
Comenzó haciendo una web en la que exponía las fotografías de sus peculiares cuadros, hechos éstos únicamente con chicles masticados que iba pegando al lienzo. Desarrolló 2 líneas estéticas:
1) Paisajes nórdicos: naturalezas nevadas con, como mucho, el arquetipo de una ciudad o una persona al fondo. Para eso nada mejor, aseguraba, que los chicles tecnológicos, planos, sin puntas, casi conceptuales, sin azúcar, como la Menta de Trident, que masticada parece casi blanca, con una intención crema para la nieve sucia de los altiplanos, y la Menta de Orbit, verde pálido, masticada 3 minutos, para las emersiones de hierba que motean la nieve o los abetos del fondo.
O el también Trident Special de clorofila a la hierbabuena, de un verde caso marrón tras 4 días de mascado, al que además se le forman una colección de gránulos muy apropiados para representar figuras que requieran textura, como las humanas muy alejadas o ciudades también casi esquemáticas.
2) Rubias explosivas: para ellas se valía de chicles gruesos de kiosco, muy azucarados, infantiles (por eso a los niños les gustan mucho las rubias, pensó un día antes de acostarse). Entonces, los chicles de banana Bang Bang muy poco masticados para el pelo rubio, los de fresa ácida Cheiw muy masticados para la carne del pecho, y esos mismos apenas metidos en la boca, tras la inmediata reacción con la saliva, para las piernas más agranatadas, o lo de Coca-Cola para los labios, ojos y pezones, están entre la materia prima más usada.
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