A veces, nos encontramos con prendas de ropa ligadas a pequeñas piezas de metal, hueso, nácar u otra materia, tal y como indica la definición de la Real Academia Española, que nos sirven para que chaquetas, camisas, pantalones, jerséis, abrigos o cazadoras queden aseguradas en nuestro cuerpo cubriendo cualquier parte del mismo. Predominan las de forma circular aunque sin excluir las triangulares, ovaladas y cúbicas, entre otras.
No es habitual encontrarlas en un par de calcetines, pero nada es descartable, y menos cuando se trata de modas. Van cosidas o pegadas, y se trata de unirlas a otra parte de la prenda como si hubiese encontrado a su media naranja. Dícese a esta media naranja, en numerosas ocasiones, ojal.
Ahora sí, sin más preámbulos diremos que este objeto se llama botón, y la acción de asegurar, por ejemplo, la bata guateada de la señora Teresa que vive en el quinto C, abrochar.
Todos nacemos con total ignorancia sobre esta acción. Así, su aprendizaje se convierte, en muchas ocasiones, en una ardua tarea como puede ser el caso de un niño en el jardín de infantes cuando su maestra pierde la paciencia al repetirle varias veces que hay que introducir el botón en el ojal. Pero ¿qué es el ojal?- se preguntará el niño. Sí, el ojal es aquel agujero por el que debe introducirse el botón (¡ay!, a mí particularmente me gusta abotonarme los grandes y de color morado). Bueno, el caso es que suele suceder que el ojal es más pequeño que el botón, o el botón es más grande que el ojal o…no sé. ¡Qué difícil es abrocharse un botón!
(Mis primeros pasos) Guacalita.
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