Estimado, permíteme suponer
que, a pesar de que no hayamos disfrutado de presentación oficial,
más o menos, así como yo, estás informado
de mi existencia, de las cosas que hago.
Estimado, lo reconozco, qué le vamos a hacer, cobarde de mi,
no es que seas cada tarde mi tema preferido,
vuestras son las promesas que ya nadie cumplirá,
vuestras las noches que los teléfonos no paraban de sonar.
Pero sí te voy viendo en discos que al final no te llevaste
y algunos qué maravilla, y algunos que nunca tendrás suficientemente lejos,
estimado, y en una sonrisa que hace sola caminando
y en esa foto antigua olvidada en un cajón:
habéis parado la furgoneta aprovechando la vista privilegiada de una ciudad.
Tú señalas el ábside románico de una catedral y sois jóvenes y fuertes!
Y sentís la eternidad delante vuestro!
Y, estimado, ni sospecháis que gente como yo
estamos esperando.
-
Y que simpáticos se os ve, y cuánto daño debió de hacer,
y lo imagino, o lo intento, y te aseguro que comprendo
que todavía hoy, sin remedio, todo tiemble un segundo
cuando un amigo, de buena fe, pronuncia vuestro nombre.
Pero quiero pensar que todo va bien y que no echas de menos esos tiempos,
que incluso al recordar no sabes por qué pero te alegras
y vas viendo sitios por el mundo que te están gustando tanto
y agradeces que entre los dos me hicierais crecer escondido.
Escondido en mentirijillas, en dudas molestas,
en cada intuición fugaz de una vida mejor,
escondido en “somos muy jóvenes para tener algo demasiado claro”,
escondido en “no sé qué es, pero niña, no puedo respirar”.
Ay, estimado, qué extraño si algún día te hicieron daño
mi amor, mi suerte, mis manos
o mi dedo resiguiéndole la columna vertebral!
Estimado, que ha venido para quedarse!
Ay estos dedos, no son sencillos, de gente como yo
que estaba esperando.
-
Estimado, lo dejo aquí, que sé que eres un hombre ocupado.
Supongo que es el momento de despedirme esperando
no haberte molestado mucho, no haber parecido un loco,
que la fuerza nos acompañe, adiós, hasta siempre, suerte!
Por si un día nos cruzamos ya me disculpo, que me conozco,
haré de hombre serio, esperaré detrás de pie
mientras tú bromeas un poco, “veo que ahora los buscas altos”,
mientras tú te reivindicas como mucho más elegante.
Diremos adiós y nos iremos y ella me dirá que te ha visto viejo
y, paso a paso, ya estarás tan lejos
como el cretino que antes de entrar a Historia le tocaba el culo
apretándola contra los árboles al lado del instituto.
Ay, pobrecitos míos, cómo se hubiesen asustado,
si entre los matojos, salimos tú y yo diciendo
“eh, aquí los señores, estamos esperando.
Chavales, id haciendo sitio,
que estamos esperando”.
Durante miles de años la cultura japonesa ha apreciado a la grulla como símbolo de honor y lealtad. La grulla es un ave majestuosa que se asocia con la vida y es extremadamente leal con su compañero. El ave es fuerte, agraciada y hermosa. A causa de su gran importancia, los japoneses creen que si una persona hace 1,000 grullas puede cumplir su deseo más preciado. A lo largo de todo el Lejano Oriente, la grulla es considerada un pájaro de buen augurio y es conocida con varios nombres: “el ave de la felicidad”, “la grulla celestial”, “el ave de la paz”. El Japón, después de la segunda guerra mundial, el “origami” (técnica de realizar figuras con papel doblado) hizo de la figura de la grulla de papel un símbolo de la paz y la esperanza. Como motivo de tatuaje, la grulla puede ser un símbolo de elegancia, sabiduría, paz y amor por la vida. Aunque puede confundirse ocasionalmente con las cigüeñas y las garzas, las grullas pertenecen a una familia de aves propia. Según algunas l...
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