Antonio Damasio, el neurólogo de las emociones
Es muy posible que su nombre ya nos suene, que lo admiremos desde hace años o que alguna vez hayamos dado por casualidad con alguno de sus libros. Uno de sus títulos más conocidos, “Y el cerebro creó al hombre” supone ya todo un desafío a muchas de las ideas generales que podamos tener sobre este órgano fascinante. Así, el cerebro, lejos de ser un misterio para Antonio Damasio, es una entidad bien definida que va desentrañándose poco a poco con más claridad en manos de su buen hacer como excelente científico y gran divulgador.
Antonio Damasio, un neurocientífico diferente
Neurocientíficos los hay de muchas clases, sin embargo, hasta no hace mucho abundaban en exceso aquellos marcados por un enfoque mecánico y reduccionista. Eran quienes nos decían, por ejemplo, que nuestros pensamientos, reflexiones y decisiones de nuestro día a día eran el resultado de una simple conexión de un conjunto de neuronas concretas en un área en específica del cerebro.Ahora bien… ¿dónde queda entonces nuestra conciencia? ¿Existe una región específica capaz de orquestarla? ¿Y las emociones y los sentimientos, dónde se producen? Muchos de esos científicos, en un pasado no tan lejano, sonreían con ironía ante dichas ideas, ante semejantes cuestiones. En la actualidad, disponemos ya de figuras inspiradoras como la de Antonio Damasio, quienes dejan a un lado esa perspectiva reduccionista para abrirnos perspectivas y hacernos entender la importancia que tienen conceptos como la conciencia y el mundo de las emociones.
Nosotros, por nuestra parte, hemos dado un gran salto evolutivo al incluir en nuestra conciencia dimensiones como la memoria, la imaginación, la creatividad o el razonamiento lógico.
Antonio Damasio: el mundo de las emociones y los sentimientos
Hablar de Antonio Damasio es hablar también de Hanna Damasio, su esposa y también neuróloga, con quien trabaja codo con codo en su labor de investigación y en su propósito de acercar sus descubrimientos al gran público. Gracias a sus investigaciones con diversos pacientes, el matrimonio Damasio pudo recabar varios datos que les ha servido para formular importantes hipótesis.Una de ellas es que las emociones, en realidad, son un conjunto de respuestas químicas y neuronales que conforman un patrón distintivo. Antonio Damasio lo definió como “marcador somático”; con este nombre se refería a que todos disponemos de una huella emocional que nos hace reaccionar, que nos influye a la hora de evidenciar ciertas conductas o de poner en marcha un determinado tipo de decisiones y no otras. Aún más, según este neurocientífico las emociones preceden a los sentimientos.
Pongamos un ejemplo: vamos caminando por la calle y de pronto escuchamos un grito. Lo que experimentamos al instante es una reacción física: nuestro corazón se acelera, nos quedamos paralizados, nuestra pupila se dilata y al instante sentimos una sensación de alarma, de miedo… Las emociones, para Damasio, pertenecen al cuerpo, desencadenando una serie de alteraciones químicas y orgánicas determinadas. Después de las emociones llegan los sentimientos, los cuales ya tienen una relación más profunda con los pensamientos.
Antonio Damasio considera que es muy importante que aprendamos a considerar que las emociones y los sentimientos son dos cosas distintas y que las primeras preceden a las segundas. Pensemos por ejemplo en el estrés, en esas emociones negativas que nos atenazan, en el malestar físico que nos suscitan, que nos enferma y en lo que estos estados mentales que nos provocan: empezamos a tener pensamientos más pesimistas y menos flexibles, dejamos de ver salidas a los problemas del día a día…
Así, uno de nuestros propósitos debería ser por encima de todo, cultivar emociones positivas recordando el clásico dicho de “estar bien para pensar mejor”. No obstante, algo así requiere sin duda facilitar que nuestro organismo se sienta bien, a salvo de riesgos, físicos o psíquicos, que se sienta tranquilo, en armonía…
Esto es algo que todos podemos experimentar, por ejemplo, al practicar la meditación o la relajación. Un cuerpo en calma se traduce también en una mente relajada, una mente tranquila y centrada, que piensa y decide mejor…
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