A través de la tarde color de oro al agua nos lleva sin esfuerzo por nuestra parte, pues los que empujan los remos sin unos brazos infantiles que intentan, con sus manitas guiar el curso de nuestra barca. Pero, ¡las tres son muy crueles! ya que sin fijarse en el apacible tiempo ni en el ensueño de la hora presente, ¡exigen una historia de una voz que apenas tiene aliento, tanto que ni a una pluma podría soplar! Mas, ¿qué podría una voz an débil contra la voluntad de las tres? La primera, imperiosamente, dicta su decreto: "¡Comience el cuento!" La segunda, un poco más amable, pide que el cuento no sea tonto, mientras que la tercera interrumpe la historia como mínimo una vez por minuto. Conseguido al fin el silencio, con la imaginación las lleva, siguiendo a esa niña soñada, por un mundo nuevo, de hermosas maravillas en el que hasta los pájaros y las bestias hablan con voz humana, y ellas casi se creen estar allí. Y cada vez que el narrador intentaba, seca ya la fuente ...