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LA HISTORIA DE LOS 20 EUROS


Me he estado comiendo la cabeza casi todo el viaje a razón de 20 euros. Y lo explico. Nunca quiero coger dinero cuando me voy de viaje con una ONG para darlo allí o comprar cualquier cosa pero en esta ocasión acepté después de convencer a otras personas de que a la vuelta veríamos en qué proyecto podíamos incluir todo aquel dinerillo que la gente quisiera dar, para que conozcan a qué va destinado y sea algo útil a la vez, aunque cueste algo mas de trabajo, debemos ser responsables conociendo la ONG y el proyecto en el que colaboramos y sino es preferible tal y como decía una amiga dar el dinero a aquella persona o personas que viven ahí, a nuestro lado y en las que nunca nos habíamos parado a pensar para ayudarles en algo. Pero tengo debilidad por una señora que es un gran ejemplo de solidaridad y le hacía especial ilusión el que yo les comprara a los niñ@s de Togo algo con los 20 euros, fuese lo que fuese; así que, no me pude negar y una vez allí no hacía sino darle miles de vueltas para ver qué haría con ese dinero. Por un lado, no podía llegar como si fuese Papá Noel repartiendo a l@s niñ@s de la calle chucherías, comida o colores porque es una imagen tan repetida que hay que cambiar del blanc@ de turno que llega a África y que no hace sino dar mala imagen y crear dependencia por muy buena voluntad que le ponga. Un día tienes a 5 niñ@s detrás tuya para que le des algo y al día siguiente al triple. En fin, que la historia acabó en que no hice nada con el billete, lo traigo de regreso y ahora que ya no tiene vuelta atrás, me siento bien conmigo misma, creo que he hecho bien, he sido fiel a mis principios, he aprendido algo más aunque ahora me queda el devolver el dinero con la consiguiente explicación pero que me parece también muy importante el educar, digamoslo así en ese sentido.

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