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MARÍA VALERIO
Si coge usted el biberón de su hijo y mira en la base, lo más probable es que encuentre dibujado un pequeño triángulo con el número siete inscrito en su interior. Ésa es la clave para identificar los productos fabricados con bisfenol A (BPA), un componente de los plásticos tan denostado por unos como defendido por la industria que lo utiliza. Y en medio de ambos, las autoridades sanitarias de todo el mundo, que llevan desde los años 90 revisando las evidencias científicas y defendiendo (con la boca pequeña a veces) que su uso es seguro en los niveles más bajos.
INGESTA. Según explica Alicia Martín, directora del departamento técnico de Plastics Europe (la patronal del sector, que emplea a unas 500.000 personas de forma directa e indirecta en toda Europa), la ingesta diaria tolerable de bisfenol que marca la legislación es de 0,05 miligramos por kilo de peso. Y añade: «Para alcanzar estos niveles habría que comer o beber al día 600 kilos de alimentos envueltos con un plástico que contenga bisfenol, 120 latas recubiertas de BPA o 600 litros de agua en contacto con este plástico...». A su juicio, se trata pues de un margen de seguridad suficientemente amplio para que el consumidor esté tranquilo, «porque estas cifras certifican que el producto es seguro bajo cualquier condición de uso».
ALTERNATIVAS. Buscar el triángulo con el número siete en su interior puede ser una de las claves para los consumidores dispuestos a eliminar el bisfenol de sus vidas aunque, como reconoce el doctor Ortega, en la práctica no es tan fácil. Para Greenpeace, la alternativa idónea son los envases de vidrio, aunque existen otras variedades de plásticos libres de bisfenol, como el PET, polietilen tereftalato (que se puede reconocer por sus propias siglas o por el número uno dentro del triángulo). De este material es del que están fabricadas la mayor parte de botellas de agua que se venden en nuestro país (hasta 10 millones de envases al año) y ciertas bandejas de alimentos congelados, como explica Antonio Balairón, responsable de la Asociación Nacional de Envase de PET. «El bisfenol A no interviene para nada en la fabricación del PET [como confirma a su vez desde los CDC Calafat], y está preparado para poder calentarlo a altas temperaturas sin que existan migraciones de sus componentes a los alimentos», asegura.
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